El 12 de noviembre de 2007, Forbes se preguntaba si alguien podría superar a Nokia, una empresa que contaba con 1000 millones de usuarios y era el rey indiscutible de la telefonía. Hasta que el miedo acabó destruyéndola. ¿Puede el miedo destruir una empresa?
El iPhone de Apple había salido a la venta en junio de ese mismo año, así que los de Nokia compraron varios terminales. Uno de sus ejecutivos se llevó uno a su casa. Su hija de 4 años, cuando vio a su padre tan concentrado con el teléfono, le preguntó de qué se trataba.
El hombre decidió dejarle el iPhone para que lo probara. Esa noche, cuando ya se iban a dormir, la niña apareció en la habitación de sus padres y les preguntó si podía dormir con aquel teléfono mágico bajo de su almohada.
Era el fin de Nokia.
Las explicaciones que solemos leer sobre su declive hablan siempre de lo mismo: exceso de confianza, falta de innovación, pérdida de talento, se volvieron demasiado grandes y se acomodaron… que son ciertas, pero normalmente las cosas son más sencillas de lo que pensamos.
En el caso de Nokia, su mayor problema fue el miedo.
Los directivos de Nokia estaban enormemente presionados por el nuevo mercado y sus accionistas, y se centraron en cumplir las metas a corto plazo. Había que vender, había que crecer y había que presentar buenas cifras todos los meses, por lo que se centraron en cumplir esos objetivos y se olvidaron del futuro, que era donde realmente tenían que asegurar su supervivencia.
Eso les llevó a poner el énfasis en lo buenos que eran los productos Nokia y a elevar las expectativas sobre lo que realmente podían hacer. Eran Nokia y seguirían haciendo cosas grandes.
En este entorno, la dirección solo quería escuchar buenas noticias, así que los mandos intermedios solo comunicaban lo bueno e incluso creaban informes falsos.
Además, la competencia interna hacía que los departamentos se esforzaran por parecer los más brillantes para obtener más recursos, más visibilidad y más posibilidades de promocionar, así que nadie daba malas noticias.
Cuando aparecieron Google y Android, Nokia supo que tenía que acelerar el desarrollo de su plataforma Symbian para poder plantarles cara, lo que aumentó aún más la presión sobre los empleados, haciendo crecer el miedo y que se siguieran enviando informes maravillosos e irreales sobre el estado de la plataforma.
Al igual que Darth Vader, que destruyó al Imperio Galáctico por dirigirlo a través del miedo y el terror, Nokia sucumbió, y sería vendida a Microsoft 6 años después.
José Francisco Rodríguez
Presidente de la AEERC