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Actualidad (24 Abril 2018)

Cuando no pagas por un servicio, tú no eres el cliente sino el producto

Expertos guipuzcoanos en ciberseguridad exigen más leyes para proteger los datos personales online, tras el escándalo de la filtración de Facebook a una empresa.

Nadie da duros a cuatro pesetas, nos jactamos de repetir ante una oferta sospechosa. Pero en internet nos comunicamos gratis, planeamos nuestras vacaciones gratis o buceamos en el mapa de una ciudad gratis. ¿Gratis? ¿Seguro? «Cuando no estás pagando por un servicio, tú no eres el cliente sino el producto», recuerda Carlos Tomás, uno de los fundadores de Enigmedia, empresa donostiarra especializada en el encriptado de contenidos en internet. Esa regla de oro es una de las más populares dentro del negocio de la revolución digital, pero al usuario, una gota en ese océano, le está costando comprender el mercado que se esconde detrás de los miles de millones de archivos que se generan cuando se da al botón de 'aceptar' en una red social, o en una aplicación de telefonía móvil. El escándalo de la filtración de datos de Facebook a la consultora de marketing político Cambridge Analytica para modificar el comportamiento de los ciudadanos e influir en su intención de voto, ha sido un aviso a navegantes y puede sentar un precedente en la preocupación de los internautas sobre «qué hacen las empresas con nuestros datos en internet. Aprendemos a golpe de sustos», reconoce Jorge Campanillas, abogado especializado en Derecho de las Tecnologías de la Información y Comunicaciones.

«Lo deseable sería que nos hiciésemos eco de los avisos de privacidad sin necesidad de estas actuaciones tan dramáticas. Los usuarios no solo somos vulnerables a los ataques informáticos sino al uso que se hace de nuestros datos», recuerda Margarita Uria, directora de la Agencia Vasca de Protección de Datos. De momento, ayer Facebook comenzó a notificar a los 87 millones de internautas cuyos datos comercializó sin su consentimiento, unas 137.000 personas en España.

Una 'novela' de condiciones

Ese 'susto', de eco planetario, ha levantado las alfombras del negocio invisible, pero real, de la masa de datos acumulada en internet. Una valiosa información personal que ceden los propios usuarios, cuando aceptan las condiciones de uso de una aplicación o de un servicio online y que luego se vende a terceros. Por ejemplo, cuando se aceptan las cookies de una web. Un caso típico es el de buscar un hotel en Google. Cuando luego el usuario abre otra página web, le aparecen anuncios con las preferencias mostradas en el historial de navegación. Ese negocio es legal, «siempre y cuando el usuario dé su consentimiento y esas condiciones y términos de uso sean entendibles, lo que no siempre es fácil», apostilla Tomás. Pone el ejemplo de Amazon. «El libro que siempre tiene gratuito son sus condiciones de uso. Se dice que si lo maquetaran, su tamaño sería el de una novela de extensión media. Ocuparía más que la novela 'De ratones a hombres' de Steinbeck». Por eso sentencia con otra frase lapidaria: «La aceptación de 'He entendido las condiciones de uso' es una gran mentira que perpetuamos entre todos».

La falta de transparencia de estas empresas quiere ser contrarrestada con una legislación más exigente. En Europa, una nueva normativa entrará en vigor el próximo mes de mayo. Y en ella está depositada cierta esperanza, por ejemplo por el hecho de que permitirá a los afectados el acceso a indemnizaciones, porque ahora si se resuelve un mal uso de esos datos se impone una multa, pero no se indemniza al usuario, apunta Campanillas que insiste en los consejos básicos de prevención: «No aceptar aplicaciones de terceros de forma tan fácil, revisar esas aplicaciones cada cierto tiempo, o no fiarnos de las configuraciones por defecto de los dispositivos. Caemos todos y seguiremos cayendo». «Hay que insistir en ser cautos y prudentes en el uso de las tecnologías», coincide Uria, que pide no ponérselo aún más fácil a las empresas que comercializan los datos.

La normativa europea obligará a informar más y mejor al usuario pero no será la panacea. Tomás manifiesta sus dudas. «Facebook, que es una empresa estadounidense, no está obligada a cumplir esa normativa directamente, porque en realidad existe un acuerdo entre EE UU y la UE, que se llama Privacy Shield (escudo de privacidad), en el que las empresas se comprometen a no hacer tráfico de datos. Pero todos sabemos que es más una buena intención que una buena práctica», por eso pide a la UE «ser más estrictos» y que cualquier empresa tecnológica cumpla la ley europea, «como sí se hace con los coches o a los equipos electrónicos, pero por alguna extraña razón no lo hacen con las aplicaciones informáticas».

Tanto Campanillas como Tomás reclaman «una solución política», con medidas y leyes más restrictivas para controlar el uso de datos, y acabar, no solo con la opacidad ejercida por las empresas, sino «con cierta permisividad» de las administraciones para que se cruce la línea e ir más allá de la ley amparados en ese acuerdo marco. La normativa «permite almacenar datos prácticamente de todo, siempre que haya un consentimiento», explica Tomás. La prohibición expresa afecta a la información de carácter ideológico, con la que no se puede hacer negocio «y ni siquiera que existan esos ficheros», añade. La filtración del caso Cambridge Analyitica ha dejado al descubierto la brecha abierta.

El error de creerse a salvo

Pero no hace falta llegar tan legos para encontrar ejemplos de incumplimientos. «Hay una diferencia entre generar perfiles de usuarios, detectar intereses y mostrarles publicidad relacionada, y entre la identificación explícita del usuario», expone Tomás. «El problema es que en realidad las propias aplicaciones permiten a ese anunciante saber quién es el que está clicando, con nombre y apellidos y ahí sí hay una vulneración de la privacidad».

Creerse a salvo por hacer un uso de las redes esporádico es un error, advierte Tomás. «'Yo no tengo Facebook', dice mucha gente, pero seguro que tiene Whatsapp o usa aplicaciones que utilizan a su vez Facebook. Hace poco se publicó una forma de reducir los permisos que tenía Facebook en los móviles y hubo gente que cuando activó esa opción, resulta que le dejaron de funcionar otras aplicaciones, como Tinder -para conocer gente-», lo que demuestra cómo los tentáculos de los gigantes tecnológicos se extienden más allá de lo que pensamos.

Fuente: diariovasco.com